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Un cura oriundo de Villaguay deja los hábitos porque se enamoró

[caption id="attachment_19692" align="aligncenter" width="780"]padre Gustavo Mendoza junto a una familia carenciada[/caption]Decidió abandonar el sacerdocio tras confesar que se había enamorado. Se trata de Gustavo Mendoza, quien era el responsable de la parroquia Nuestra Señora de Guadalupe, ubicada en Paraná, en el humilde barrio La Floresta.

Gustavo Mendoza va a cumplir 39 años en agosto, pero antes de cumplir 39 años en agosto tomó una decisión: el domingo, y después de la misa, le anunció a su comunidad, que deja el sacerdocio.
Y les dijo por qué: porque se enamoró de una mujer, y aunque la vocación sigue siendo fuerte, eso les dijo, no puede sostener un precepto que la Iglesia obliga a todos los clérigos: el celibato. Pero más que eso: quiero ser honesto con ustedes y conmigo, les dijo, y por eso tomé esta decisión.

Gustavo Mendoza desarrollaba en el humilde barrio La Floresta de Paraná, una gran tarea social, ya que la parroquia de Guadalupe está enclavada en una zona de la ciudad, donde existe mucha pobreza y marginación, cerca del Volcadero de residuos de la capital entrerriana.
Mendoza decidió ser claro, honesto y directo. Ayer, al término de la misa, informó a sus fieles que había decidido abandonar el sacerdocio luego de enamorarse de una mujer.
“Prefiero ser un hombre feliz y no un cura amargado”, señaló el ahora ex sacerdote, al confirmar que deja los hábitos por amor. El cura de 38 años, oriundo de Villaguay, realizó ayer el anuncio ante los fieles, una vez que terminó de celebrar la tradicional misa de los domingos.
“La gente valora mi sinceridad; no me puedo mentir ni puedo mentirle a la gente”, afirmó el expárroco quien después de 13 años de sacerdocio se irá a vivir a Santa Fe, donde tiene una propuesta laboral. Mendoza agradeció la fuerza y el cariño recibido, y confirmó que será reemplazado por el padre Ricardo López. “Dios nos ama y quiere nuestra felicidad”, subrayó.

Este lunes, la Curia informó de modo escueto que ocurrieron “nombramientos y designaciones”, como si una cosa y la otra fueran tan distintas. No habló de ningún enamoramiento.
El cura Ricardo López, que estaba en la Parroquia de Santa Elena, asumirá ahora al frente de la parroquia Nuestra Señora de Guadalupe, que deja Gustavo Mendoza.

–Salió el decreto de nombramiento de otro cura en tu parroquia. ¿A qué lugar te trasladan?.
–A ninguna. Me voy a mi casa.
Su casa paterna es en Villaguay, donde nació el 4 de agosto de 1976 (es cura desde abril de 2002). Pero no vuelve a Villaguay: se muda a Santa Fe, donde vive una hermana, y donde ya tiene ofrecimiento de empleo. Va a trabajar en un drugstore, y a continuar la historia con esa chica que conoció siendo cura y con quien ahora va a hacer vida de pareja habiendo dejado el sacerdocio.

-¿Podrías trabajar en una escuela católica?
–No nos permiten. A ningún cura que haya dejado la Iglesia le permiten trabajar en una escuela católica. Somos re amplios –responde, con sorna–.
No será inmediato el traslado, tampoco el cambio, de igual modo. Antes debe concluir con el papeleo, recibir a su reemplazante, y eso tomará un tiempo.

En los bordes de la ciudad por donde el cura se movía, los barrios San Martín, Mosconi Viejo, Antártida Argentina, Kilómetro 3, Mosconi Nuevo, Mosconi III, Alloati, Humito y La Floresta, hay asombro, pero hay también mucho agradecimiento. Se lo dicen del modo como ahora la gente se comunica, a través de la red social Facebook. “Gracias por todo Gustavo, Dios te bendiga y la Madrecita te proteja con su manto en este nuevo camino”, le escribió alguien en el muro de la parroquia Nuestra Señora de Guadalupe.

Estela Salva, secretaria parroquial, catequista, ministra de la Eucaristía y exploradora, dice que se sorprendió, y mucho, con la noticia.
–Me cayó como un balde de agua fría –cuenta–.
No está molesta: está triste. Aunque valora el gesto del sacerdote.
–La comunidad le agradeció la sinceridad. Estoy muy feliz por él, aunque me afecta el hecho de que nos deja una gran persona, que fue un excelente sacerdote. Gustavo nos ha ayudado mucho, ha generado muchos cambios, para bien.

A La Floresta había llegado a finales de 2010, cuando el exarzobispo Mario Maulión lo nombró administrador parroquial. Llegó para suceder al hoy rector del Seminario Arquidiocesano, Eduardo Jacob, y dio continuidad a un trabajo pastoral que había iniciado el antecesor de ambos, Agustín Hertel: caminó los barrios, sostuvo el comedor, batalló contra la droga cuanto pudo, le puso el pecho a la pobreza más absoluta.
A veces perdió. Hizo, en todo eso, lo que pudo. Supo de sus límites. Eso me dijo una mañana de enero cuando hablé con él.
Venía de una parroquia sin tantas urgencias, Santa Teresita, y acá, en La Floresta, el Volcadero, aprendió a arremangarse la sotana, a pisar barro, olió la pobreza bien de cerca.
Jugó a la pelota con los pibes al costado de los anegadizos, se subió a los carritos de los cirujas en las fiestas patronales de Guadalupe, golpeó puertas para socorrer las urgencias de Cáritas.
Y un oscuro invierno de 2011 fue a rezar un imposible: en el velorio de un nene de dos años, muerto de frío y desnutrición. “En Guadalupe fue el lugar donde me sentí más pleno como sacerdote, en el servicio a los más necesitados. Eso para mí está intacto”, dice. “No me voy resentido ni enojado. Amo la iglesia. Pero el cura tiene que ser célibe, y yo no puedo seguir en la Iglesia”, cuenta.
Ahora está listo para empezar otro camino, sin urgencias. “Yo tomé la decisión de irme; otros a lo mejor toman otro camino, llevan una doble vida, yo no los juzgo. Respeto al que sigue y la lucha desde adentro”, revela.

–¿Vas a tramitar la dispensa en el Vaticano?
–Por ahora, no. Me lo tomo a todo con soda. Quiero ir paso a paso. Sin apuros.

Ilarraz
En otro plano, Mendoza había sido uno de los sacerdotes que testificó en contra del cura Justo José Ilarraz, a quien se está juzgando por presuntos abusos contra menores en el Seminario de Paraná.
Fue alumno del cura Justo José Ilarraz, investigado por la Justicia por los abusos ocurridos en el Seminario de Paraná, entre 1985 y 1993.
“No fui abusado –aclaró– pero conocí lo que pasaron las víctimas”.
Lo que sabe lo contó a principios de diciembre, cuando fue citado como testigo por la Justicia.
Sabía que había un mandato no escrito: ir donde el obispo Juan Alberto Puiggari antes de declarar en la Justicia, y contarle lo que pensaba decir. No hizo eso: no creyó necesario anunciar antes a su superior lo que pensaba decir en la Justicia. No lo hizo.
Lo que sí hizo fue hacer declaraciones periodísticas después de declarar.
“Estamos al servicio de la justicia para que esto, que no deja de ser una preocupación, se pueda esclarecer. Ojalá que lo que diga pueda ayudar”, contó.
Hoy lo sostiene. Ansía que la causa Ilarraz se esclarezca, que se encuentren los responsables, que las víctimas encuentren la paz de la justicia. Fuente:

(El Diario - Noticias Villaguay - Infor-Villaguay - El Once).-

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